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domingo, 11 de enero de 2015

La primera vez.


Nada como la primera vez. Y es que no siento lo mismo. No quiero decir que no me guste, pero como que las emociones no son las mismas.

Efectivamente, vuelvo a Milán después de casi un mes de Navidades. Un mes en el que literalmente no he parado salvo cuando estaba en la cama (aunque he de reconocer que no es que haya dormido poco).

Volví a Madrid el 19 de Diciembre. Y digo el 19 porque pese a aterrizar el 14 no me sentí en Madrid hasta terminar el examen el 19 a las 9 de la noche. La bendita asignatura ocupaba mi toda mi cabeza, aunque no todo mi tiempo. A partir de ahí me empecé a sentir como en vacaciones. Pero había algo más.

Volver a casa, encontrar cada cosa en su sitio, tener la comida caliente en la mesa y la ropa planchada mientras me dedicaba a ver a unos y otros me hacía pensar que venía de unas vacaciones en Italia muy largas. Haciendo las tareas de casa y demás pero sin muchas más obligaciones. Me he tomado la toma de contacto con Milán muy a pecho, no tanto con la universidad.

Y es que con Papá y Mamá se vuelve rápido a la buena vida, a la comodidad y confort de estar casa. Hasta tal punto que me daba pereza volver a Milán. Y es que claro, la primera vez todo son sorpresas, emociones nuevas, cosas por descubrir. Pero, ¡ay amigo! Ahora ya se a lo que vuelvo, y con el plus de tener que estudiar de verdad.

Bueno, vuelvo con eso y con kilos y kilos de equipaje. Mi idea de tratar de necesitar todo lo que quepa en una mochila ha perdido fuelle, y es que una tabla de snowboard, con sus correspondientes botas, casco y demás accesorios distan mucho de poder llevarse a la espalda. Cierto es que tampoco son cosas con las que no podría vivir. Bueno, iré mejorando ese aspecto poco a poco.

Ahora en el vuelo todo parece encauzarse. Me doy cuenta a donde vuelvo y porque lo he elegido. No solo es lo que quiero sino que además sé que es un buen camino. He salido de casa sin resignación y con más ganas que las que esperaba encontrar. La vida no llama a tu puerta y de despega las sabanas. Tampoco te limpia las legañas y te sirve un café. Y por supuesto no espera a que te arregles y decidas salir.

La vida pasa por tu puerta y si no has salido a buscarla ya es tarde. La vida quiere que te despiertes con las ganas con las que lo harías si fuera tu último día, que seas tú quien la espere en la calle, que la acompañes con la mejor de tus sonrisas incluso cuando le apetezca ponerte la zancadilla. En definitiva, que aprendas a disfrutarla porque es la única que tienes, no va a pasar una segunda vez.

Es la primera vez.

Y eso estoy haciendo.







J.G. Dixit

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